Después de los trenes el viaje sigue. De hecho en algún punto de ese trayecto ferroviario ya empezó otro a desplazarse en tiempo paralelo con ellos, quién sabe con qué dirección. Tal vez debiera centrarme en hacer sólo una cosa, tal vez saldría mejor. Pero la dispersión me acecha y yo me dejo asaltar con fingido descuido por ella, o simplemente me gusta no permanecer en una sola vía mientras le dedico el poco tiempo que puedo a esta labor menos prosaica que la que me sustenta. Es en este caso una vía lenta de escritura, tratando de recuperar modos que van cayendo en desuso en favor de la velocidad digital: la (no) postal.
Me resulta curioso ver todavía esos carros giratorios en los quioscos, en las tiendas de souvenirs con tarjetas postales del lugar de turno. No sé si existen estadísticas de sus índices de ventas o de sus volúmenes de fabricación -seguramente sí, puesto que las hay para todo-, pero se me antojan en descenso abismal hacia el cero o el cero coma uno o coma dos, porque siempre hay coleccionistas de todo, porque en todo vacío siempre hay algo. Creo que en el fondo son y siempre han sido un ejemplo de economía de tiempo y de lenguaje: estoy aquí, te estoy pensando, una manera de estar tú también conmigo, te cuento, cuentas, te escribo.
Ahora que lo que prima es buscar la imagen perfecta y/o del lugar esperado para compartirla con o más bien en «la comunidad», a mí me da -para contar- por acudir a una maravillosa imperfección fotográfica (no hablo de calidad) a modo de postal imposible, decir en su reverso y enviarla en primer lugar, a su autora, Pilar -fotógrafa de cabecera y corazón- y después compartirla, ya veremos, en una suerte de compendio con forma de libro en el que tengo la intención de alternarla con otros textos que van surgiendo a modo de fragmentos de un tiempo no lineal, un destiempo habitado, una narración desde las fisuras de la realidad donde el ser puede mostrarse en sus rastros, ya veremos.
Creo que la poesía es imagen antes que otra cosa o así la siento, un disparo revivido al escribir como se revela una fotografía analógica o se procesa y se edita una digital. Un trabajo y una emoción de (re)construcción que se recompone de igual modo en quien lee o mira e interpreta a su antojo. Por creer que no quede. De las imágenes escogidas, un proceso abierto aún, puedo decir que tienen esa forma de llamar que tienen las ventanas. Asomarme es un proceso tan natural como placentero, decir es un abismo y un deleite. Escribir, un gracias por poderlo hacer en estos reversos escogidos a mi aire, con permiso.
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