Es un punto de partida y no se bien para qué.
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No encontré otras postales,
cerraban temprano
los quioscos de Yakutsk
y abrían los bares
sus terrazas a la ausencia.
Rumor de blanco
'macchiato'.
A las tres de la mañana
todas las noches son
cartas lentas que decirte.
Nada y bastante.
Un álbum
de silencios —pensé que dirías,
como si yo supiera-.
Eso que no veo
que no leo
que no toco, la zona
de incertidumbre
que te hace más posible
que nunca, que nada
que siempre, hoy,
aquí
sin absolutos.
Antes
del desorden, de que pasara
el camión de las bebidas
y viniera la sed. En una
bocacalle sin labios,
el tráfico de pensamientos
haciendo semillero
de la lentitud
colapsando
por las manos que hubiesen querido
moverse de otro modo.
Después
(lo sé por las raíces),
lo que pervive
(las raíces me lo cuentan),
civilizadamente en un preludio
constante
mente
(sonríen las raíces).
Y a mí me gustan tanto las ramas
y no saber explicar
mejor ni del todo
explicarte.
A mí,
los pies descalzos, la madera,
perder todas las apuestas hoy
y decir un nombre como exhalando
un incendio contra el sol,
contra la lluvia,
contra el cielo incierto
que media
entre el silencio y tú.
A mí,
el cansancio y la palabra
desnuda, leve, círculo
que se desmorona
y asciende
la materia del poema
con la ingravidez
de un gesto madurado
por el deseo
y la desesperación.
A mí,
llegar a ti
y sus elipsis.
Es un paisaje distinto, no sabría
decirte en qué porque todo parece
ocupar el lugar
que ya tenía en mi memoria o
porque todo termina
por parecerse demasiado,
pero sé
que hay algo nuevo, algo
que me huye
en ese bosque
lleno
de gatos
desde el que miras los pájaros
de mi cabeza cantar
como siempre
para nada.
Hoy parece una estación más amable
esta primavera, invita a las terrazas,
aunque me obliga a pagar la consumición
por adelantado,
no se fía de este cielo de cal
que le estoy escribiendo
y hace bien.
Uno no sabe en qué momento
la nieve, dónde esa ráfaga
que tuerce el poema
o si alargará con excesos la tarde
de vino blanco y optimismo.
Uno no sabe
pero tiene aprendida
la acción del oxígeno incidiendo
por los metales porque recuerda
cuando más le faltaba
en los pulmones.
Todo
tiene su espacio y tú cabes siempre
en estos versos y leo
poemas tristes y alegres y me gustan
los cuentos de Andersen y todo
lo que arranca una verdad en crudo
desde el mismísimo corazón
de la fantasía. Por eso
este beso que te digo
se acerca a tus labios con temblor
de ambulancia, razones de lobo
y aceptables caricias chardonnay,
un euro veinticinco, un poema, amor
a precios populares.
La escena termina así,
los dos alejándose sin prisa,
pasean y hablan
no hay más
que progresiva lejanía y un temblor
en la cámara fija.
Podría ser mi pulso.
Van quedando palabras
y nada. Dice que le ha extrañado
en una suerte
de invisibilidad ante el mundo,
que le diría más, pero ahora
sólo quiere pasear.
Asiente la mano,
decreciendo, desde el hombro
hasta un punto
de no retorno, sin aire
entre los brazos y sólo
deseo eso,
que no regresen nunca
ni me cuenten qué fue
ni cómo
empezaba el poema.
Si te pregunto
qué habrá fuera, cabe
suponer que yo estoy dentro
contigo o con alguna posibilidad
de preguntarte cualquier cosa
y que me contestes,
que existen un muro, una ventana,
una puerta
cerradas,
Que hay un interior
y un exterior
pero tú sabes como yo
cuántas veces se inscribe todo
en la cara
anterior de un párpado,
la ilusión intermitente
de un espacio indefinido
por una mano que pide
silencio
a un labio —ahora—
del pensamiento —en absoluto—
y al oído —me importa,
cállate—.
Un poco de cielo, algo
de sol en la cara.
Un horizonte me desdibuja
a mano alzada
la ingravidez.
Descalzo,
las hormigas me escalan
los hemisferios,
buscan semillas y sólo
encuentran ramas, un pájaro,
a ti entre el balanceo
silente
de las más altas
y la pulpa
roja de un signo
de interrogación.
No es mucho.
A veces pienso
que si pudiera decirte toda
la belleza que encierra el instante
en que éste o aquél elemento —no sé,
pienso ahora en este abrigo,
aquellas sombras—
me representan —no como un reflejo
sino más bien como algo
más primario y sensible,
un olor—
tu sonrisa.
Pienso —decía— a veces,
que aunque supiera, no te la diría
sólo
por dejarla libre.
Y eso es todo
lo que puedo escribir hoy
y decirte siempre.
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